sábado, 13 de febrero de 2010

A medida que anochecía, el cielo se oscurecía y la Luna se elevaba. Entonces, casi sin darse cuenta, comenzaron a recuperar la intimidad, la familiaridad que habían compartido en el pasado.
Terminaron de cenar, satisfechos del festín, pero menos locuaces que antes. Noah miró el reloj y comprobó que se hacía tarde. Ahora todas las estrellas eran visibles y el canto de los grillos comenzaba a apagarse. Había disfrutado de la conversación y se preguntó si habría hablado demasiado, qué pensaría ella de su vida y si habría alguna posibilidad de que ese reencuentro cambiara las cosas.
Se levantó y volvió a llenar la tetera. Los dos llevaron los platos a la pileta y levantaron la mesa. Noah llenó dos tazas de agua caliente y puso un saquito de té en cada una.
—¿Qué te parece si volvemos al porche? —preguntó mientras le pasaba una taza. Allie aceptó y se dirigió hacia allí. Noah tomó una manta por si ella tuviera frío, y pronto volvieron a sus sitios; las mecedoras balanceándose, la manta sobre las piernas de Allie. Noah la miró por el rabillo del ojo. ¡Dios santo, es preciosa!, pensó. Y sufrió en silencio.
Sufrió porque durante la cena había sucedido algo.
Sencillamente, se había vuelto a enamorar. Lo supo en cuanto se sentó a su lado en el porche. Ya no estaba enamorado de un recuerdo, sino de una nueva Allie.
Aunque, en realidad, nunca había dejado de quererla. Estaba destinado a amarla.
—Ha sido una noche muy especial —dijo ella, con voz suave.
—Sí —convino Noah—. Una noche maravillosa.
Miró las estrellas; las luces parpadeantes le recordaron que Allie se marcharía pronto, y se sintió vacío. No quería que esa noche terminara nunca. Pero, ¿cómo decírselo? ¿Qué podía decirle para convencerla de que se quedara?
No lo sabía. Sin embargo, ya había decidido que no diría nada. Y entonces comprendió que había fracasado.
Las mecedoras se movían tranquila y rítmicamente. Otra vez murciélagos sobre el río. Polillas besando la luz del porche. Noah sabía que en ese mismo momento, en distintos sitios, muchas parejas hacían el amor.
—Háblame —pidió Allie con voz sensual. ¿O era un truco de su imaginación?
—¿Qué puedo decir?
—Háblame como lo hacías debajo del roble.

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