viernes, 6 de febrero de 2009
Es habitual oír que la felicidad no existe, sino tan solo momentos felices. Entre esos momentos están: el instante en que usted se da cuenta de su amor por otra persona y el primer beso. Reírse de sí mismo con o sin motivos, (uno siempre tiene motivos para ser chistoso consigo.) Encontrar decenas de cartas en el buzón o montones de email en la computadora, cuando vuelves de vacaciones. Comer chocolate. Escuchar tu canción favorita en la radio o aquella que te hace recordar a alguien muy especial. Otro buen momento es acostarte en tu cama (si es acompañado mejor) y escuchar cómo llueve afuera o salir de la ducha y encontrar la toalla calentita. ¿No es un momento feliz ese de aprobar tu último examen? Y qué me dices de recibir una llamada de alguien que hace mucho no ves y te cuenta que soñaba estar pedaleando por una calle de otra ciudad, y de pronto el pavimento le pareció conocido, abrió los ojos y se dio cuenta de que rodaba exactamente por tu calle, y pasó a saludarte, pero no estabas y entonces, en ese sueño, llamó por teléfono y se despertó cuando respondiste tú. Y el feliz momento en que escuchas accidentalmente que alguien dice algo bueno de ti, sin aspirar a que lo oigas. Ver felices a las personas que quieres, formar parte de un buen equipo, hacer nuevos amigos. Volver a ver a un viejo amigo y saber que el cariño y la amistad se mantienen en su sitio, y sigue fiel como tú a las ideas que los juntaron hace muchos años. Qué momento inmenso ese de mirar un atardecer, pasear con tu perro, tener quién te quiera y a quién querer, e incluso, conocer de amores palestinos, que sobreviven al naufragio y se agarran apasionadamente a la tabla sacudida por un mar violento.
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